Riesgo y prevención Cardiovascular
Prevenir la aparición de las Enfermedades Cardiovasculares sólo es posible
reduciendo el “riesgo cardiovascular global individual”
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Las enfermedades cardiometabólicas son todavía la principal causa de muerte en muchos países y son una fuente importante de discapacidad que pesa considerablemente sobre la calidad de vida de las personas. Estas enfermedades se desarrollan con el transcurso de los años de manera silenciosa, manifestando los síntomas cuando ya están en un estadio avanzado.

El corazón es el motor de la vida y, para preservar su salud y garantizarle una protección adecuada, es importante saber cuáles son los principales factores de riesgo que debemos tener bajo control. Algunos factores no son modificables al no depender de nuestra voluntad, pero debemos ser conscientes de ellos:

  • Con la edad nuestro riesgo cardiovascular aumenta progresivamente.
  • Los hombres, en general, tienen un riesgo mayor en cualquier edad, mientras que las mujeres deben tener cuidado especialmente después de la menopausia.
  • Si tenemos familiares de primer grado (padres, hermanos/as) que hayan sufrido eventos cardiovasculares a una edad joven (menos de 55 años para los hombres y de 65 para las mujeres), la probabilidad de aparición de estas enfermedades es mayor.

Por otra parte, existen los factores “modificables”, es decir, aquellos reversibles: cambiando nuestro comportamiento podemos reducirlos o eliminarlos, contribuyendo así a prevenir las enfermedades cardiometabólicas. Podemos decidir dejar de fumar, podemos mantener controlando nuestro peso, nuestra tensión arterial, la colesterolemia, un posible estado de diabetes, etc.

La enorme incidencia de estas patologías es debida en gran parte por la presencia de hábitos de vida inadecuados, que requieren actuaciones educativas y el proprio compromiso personal. Conocer bien la propia situación personal permite adoptar estilos de vida que aseguren la protección.

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¿Cómo calcular el riesgo?

La mejor forma de calcular la probabilidad de sufrir un accidente cardiovascular “mayor” (o sea, un infarto o un ictus) es evaluar el efecto combinado de varios factores de riesgo a la vez.

A partir de los datos sobre el sexo, la existencia o no de diabetes, tabaquismo, la edad, la tensión arterial y la colesterolemia de un individuo puede estimarse la probabilidad de sufrir un primer evento cardiovascular mayor (infarto de miocardio o ictus) en los próximos 10 años, y de esta manera, realizar las oportunas acciones preventivas.

Para conocer tu estado de salud cardiovascular puedes cumplimentar el “Test sobre el Bienestar Cardiovascular” que las Farmacias Apoteca Natura, en el ámbito del servicio de prevención “Te cuidamos de corazón”, ponen a disposición de sus clientes.


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Riesgo de Ictus y fibrilación auricular

El ictus se define como la aparición repentina de signos o síntomas relacionados con un déficit focal o global (coma) de las funciones cerebrales, que duran más de 24 horas o con resultados mortales, no atribuibles a otra causa aparente que no sea la vasculopatía cerebral”. La sangre no llega al cerebro en la cantidad necesaria, por lo que parte de las funciones realizadas por nuestro cerebro dejan de funcionar. De hecho, ictus es un término latín que literalmente significa “golpe”, porque la característica principal de esta enfermedad es su aparición repentina en personas sanas. En España la incidencia de ictus aumenta con la edad a partir de los 65 años y representa la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda causa de muerte (la primera en mujeres) después de las enfermedades cardiovasculares. Se estima que dos de cada tres personas que sobreviven a un ictus presentan algún tipo de secuela, en muchos casos incapacitantes, lo que les vuelve completamente dependientes.

Los principales factores de riesgo son haber sufrido un ictus con anterioridad, el tabaco. presentar hipertensión, diabetes y/o alguna enfermedad cardíaca. La Fibrilación Auricular (FA) representa la causa más común de oclusión de la sangre en el corazón, por lo que aumenta el riesgo de padecer un ictus.

 

En condiciones normales una minúscula estructura situada en la parte derecha del corazón, el nodo sinoauricular, realiza las funciones de marcapasos natural y genera impulsos regulares y rítmicos. Estos se difunden en todo el músculo cardíaco gracias a las vías de conducción preparadas para esto, permitiendo de esta manera que la sangre se introduzca de forma eficaz a nivel pulmonar y en la circulación sistémica. En estas condiciones se dice que el ritmo cardíaco es “sinusal”.

En cambio, en la fibrilación auricular (FA), los impulsos eléctricos dejan de generarse solo en el nodo sinoauricular para generarse en muchos puntos diferentes, de forma caótica y con frecuencia extremadamente alta, originando así movimientos irregulares, desorganizados, fragmentarios e ineficaces. Entre las consecuencias de este funcionamiento muscular anómalo, además de una acción deficiente de propulsión de la sangre, que aumenta la posibilidad de insuficiencia cardíaca y reducción global de la calidad de vida, se forman trombos dentro de la aurícula, con la consiguiente posibilidad de embolización y el consiguiente ictus isquémico. En general, la FA duplica el riesgo de un desenlace fatal (mortalidad).

En función del comportamiento, la evolución y la duración de la fibrilación auricular se distinguen varios tipos:

  • Paroxística: FA, que al menos una vez, se ha resuelto de forma espontánea antes de 7 días, generalmente en 48 horas.
  • Persistente: FA que dura más de 7 días o necesita un tratamiento específico para restablecer un ritmo sinusal.
  • Permanente o crónica: FA constante, sin que en ningún momento reaparezca el ritmo cardiaco normal (sinusal).
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Para comprender mejor lo que caracteriza a la FA en el plano fisiopatológico, consideremos que en condiciones normales una minúscula estructura situada en la aurícula derecha, el nodo sinoauricular, realiza las funciones de marcapasos natural y genera impulsos regulares y rítmicos. Estos se difunden en todo el músculo cardíaco gracias a las vías de conducción preparadas para esto, y determinan la contracción regular (sístoles) de aurículas y ventrículos, permitiendo de esta manera que la sangre se introduzca de forma eficaz a nivel pulmonar y en la circulación sistémica. En estas condiciones se dice que el ritmo cardíaco es “sinusal”. En cambio, en la FA, los impulsos eléctricos dejan de generarse solo en el nodo sinoauricular para generarse en muchos puntos diferentes, de forma caótica y con frecuencia extremadamente alta, originando así movimientos irregulares, desorganizados, fragmentarios e ineficaces. Entre las consecuencias de este funcionamiento muscular anómalo, además de una acción deficiente de propulsión de la sangre, que aumenta la posibilidad de insuficiencia cardíaca y reducción global de la calidad de vida, se forman trombos dentro de la aurícula, con la consiguiente posibilidad de embolización y el consiguiente ictus isquémico.

En general, la FA duplica el riesgo de un desenlace fatal (mortalidad). En algunas personas la FA aparece de forma intercurrente, más o menos frecuentemente, y desaparece de forma espontánea sin ningún tratamiento; en otros casos para restablecer el ritmo sinusal es necesario someter al paciente a un tratamiento específico con el paciente despierto, con la perfusión de fármacos antiarrítmicos específicos o con el paciente bajo anestesia, con el uso del desfibrilador eléctrico. En otros casos, el paciente convive con una condición de FA, ya sea porque los médicos han establecido que no se debe realizar el tratamiento o porque después de reiterados intentos de cardioversión farmacológica o eléctrica, la FA vuelve a aparecer y se establece un tratamiento farmacológico cuya finalidad es solo hacer más tolerable para el paciente la condición de arritmia y mejorar lo máximo posible la dinámica general cardiocirculatoria.

Los factores de riesgo de “cronificación” de la FA son la edad avanzada, la combinación de una hipertensión arterial y la presencia de enfermedades cardíacas.

El problema es que la FA paroxística que dura más de 48 horas, la persistente y la permanente tienen un riesgo equivalente de fenómenos tromboembólicos, al mismo nivel de los otros factores de riesgo tromboembólicos. Es por esta razón que se prescribe el tratamiento anticoagulante a los pacientes que, sobre la base de una “puntuación” específica ( en la escala CHA2DS2-VASC), se consideren con un alto riesgo de desarrollar una tromboembolia y que al mismo tiempo no tengan un riesgo excesivo de problemas hemorrágicos. El tratamiento anticoagulante se puede realizar con warfarina o con uno de los nuevos anticoagulantes orales, de forma continuada según su aparición.

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Colesterolomia
EI colesterol es una sustancia fundamental para el organismo y está presente en todas las células de los órganos y tejidos. Una gran parte se produce en el hígado, pero también puede ser incorporado con la alimentación.
Diabetes
La diabetes es una enfermedad crónica que se caracteriza por la presencia de niveles elevados de glucosa en la sangre (hiperglucemia) y que es debida a una alteración de la cantidad o de la función de la insulina
Tabaco
Fumar, después de la edad, es el factor de riesgo más importante para las enfermedades cardiovasculares.
Tensión arterial
La tensión arterial normalmente varía en función

de distintos factores (esfuerzo físico, emociones, temperatura, reposo, etc.) o a causa de algunas enfermedades
Sedentarismo
El sedentarismo aumenta el riesgo de desarrollar no solo enfermedades cardiovasculares, sino también diabetes y algunos tipos de tumores.
Sobrepeso y obesidad
El exceso de grasa es sin duda un enemigo de la salud en general y de la cardiovascular en particular. El aumento de peso incrementa el trabajo que el corazón debe hacer para bombear la sangre a todo el cuerpo.
Contaminación urbana
Los ambientes urbanos, de la forma en que se han desarrollado, favorecen la aparición de numerosos trastornos y patologías.
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